martes, 13 de octubre de 2009

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Casi famoso



Sergio Nordetti lleva años yendo a cuanto programa de televisión existe. No porque sea especialmente talentoso. Menos por su belleza ante las cámaras. En un mundo lleno de rostros iguales, Sergio es la perseverancia de quien se sabe difícil de olvidar.



“¿Usted salió en la tele el otro día?”. “¡Buena compadre, te felicito por lo del viernes!”. “¡Pucha que me río contigo!”. Ha caminado sólo dos cuadras por Avenida Providencia cuando ya varios transeúntes y bancarios, en plena hora de colación, han saludado a Sergio Nordetti. Él, tímidamente, sonríe y agradece a cada uno.

Lo primero que asoma en la cara de Sergio son los dientes. Luego, el ojo izquierdo, cuya visión es nula y su tamaño es sustancialmente más pequeño que el derecho. Da la sensación de que estuviera haciendo un permanente guiño. El tabique nasal está completamente arqueado, razón por la cual su hablar se escucha enredado y muy agudo. Tiene 24 años, pero representa más. Muchos más. Sergio Nordetti escapa a todos los cánones de belleza impuesto por la sociedad y en especial por la televisión. Pero es justamente en esta última donde siente que pertenece. Es la televisión su mayor pasión en la vida.

Nordetti ha aparecido en tantos programas de televisión, que no recuerda cómo ni cuándo fue la primera vez que estuvo en uno de ellos. Pero asegura haber estado en todos. Ha trabajado con quienes él define como “los rostros de televisión del momento” y esto lo llena de orgullo. Desde Felipe Camiroaga, pasando por Leo Caprile y Willy Sabor, hasta Kike Morandé. Cuando nombra a este último, su rostro se ilumina: Sergio quiere ser como Kike.

“Señor Nordetti”, como es conocido en la televisión, trabaja en los sketch del programa Morandé con Compañía, participa de extra en teleseries y se presenta en cuanto programa busca talentos necesite de alguien. Ese alguien que en sólo cinco minutos satisfaga sus necesidades televisivas. Y por su trabajo no cobra un peso. Su lema es estar presente, independiente del pago.

En cinco años más, sus sueños son conducir un programa juvenil como Yingo y tener una productora. Pero hay una nueva pasión, que también quiere ver realizada: tener un programa en la radio. “Sé que la voz y mi modulación no me favorecen, pero igual voy a la radio y a veces Willy Sabor me saca al aire. Me gusta harto”, dice.

Reconoce que sus apariciones en televisión se deben a su cara y peculiar voz: “Yo no me encuentro bonito, o sea, no soy bonito y tengo voz de pito, pero eso es lo que me ha abierto las puertas de la televisión”. En cambio, estas mismas características le han cerrado las puertas en el ámbito personal. No tiene polola y eso le frustra.

Ha dejado de preocuparse de sí. No cuenta con los recursos suficientes para poder arreglar sus dientes y su nariz, lo que, más que un asunto estético, ha comenzado a ser un asunto de salud. “Mis dientes se pueden caer en cualquier minuto”, asegura. Su mirada está fija en el suelo. Ya no es el Señor Nordetti de la televisión. Ahora sus ojos reflejan a Sergio, fuera de las luces.

No le gusta hablar de la belleza física. Le carga. “Todos nos deterioramos a medida que pasa el tiempo. Todos llegamos a ser una bolsa. La bolsa se arruga, se churrusca y después se bota. Y esa es la muerte de las personas”, señala. Sergio siempre se ha planteado ser otra persona, con otras características físicas. Siempre ha renegado de su apariencia. Pero con el tiempo ha aprendido. Cada vez que vienen los cuestionamientos acerca de su aspecto, él los deja ir: “Las cosas siempre pasan por algo. Yo antes sufría por ser como soy. Ahora estoy más relajado y sé que tengo que seguir con la vida”.

Sergio vive con su mamá, su hermana de veinte años, una sobrina y su hermano de catorce, en la comuna de La Florida. La casa de Nordetti es igual a la del lado y a la del frente. Igual a las cientos de casas que hay en el sector. La mamá de Sergio, con su trabajo de contabilidad en una empresa, es quien mantiene este hogar. El dinero muchas veces escasea hasta para lo básico. Su familia lo apoya en sus innumerables apariciones televisivas, pero lo que nadie comprende es cómo Nordetti deja que se mofen de él y de su apariencia: “Me dicen que cómo dejo que se rían de mí. Me molesta, pero les encuentro la razón, es parte del juego. En cambio yo no me enojo, es parte de la ley de la televisión”.

Los temores de Nordetti en la pantalla chica van más allá del miedo al ridículo y a la burla. Eso ya lo ha superado. Su mayor temor es que exista gente que se aproveche de él. Hasta el momento, asegura, nadie lo ha hecho. Pero expresa sus intenciones de que ojalá nunca ocurra: “Yo soy diferente, tengo la mala suerte de no darme cuenta y la televisión es fría y dura. Yo no soy así”.
Sergio, además de saciar su hambre por la pantalla, ha aprendido a reírse de sí mismo en la televisión. Al principio, en sus apariciones, los sentimientos de rabia e impotencia por todo lo que ha tenido que aguantar se apoderaban de él. Luego entendió que para todos existen las oportunidades. Y él no es la excepción. Actualmente, tiene un contrato con Chilefilms, que le permite pagar su carrera de Producción de Televisión en el instituto AIEP.

“Los que se burlan de ti, siempre te van a recordar. Yo tenía un profesor en el colegio que siempre le decía a mi curso: ‘De otros compañeros en esta misma sala no se van a acordar, pero de Nordetti nunca se van a olvidar’”. El profesor de Sergio tenía razón. El viernes 3 de julio, el Señor Nordetti iba a otra aparición en televisión, a un programa de talentos, de esos que tanto le gustan. Iba a estar en cámara sólo 5 minutos. Esos 5 minutos fueron 20. Nordetti está marcando.

Interpelaciones a ministros Erazo y Serrano son analizadas por la Alianzas

La decisión coincide con el recrudecimiento de la campaña presidencial, luego que Eduardo Frei enrostrara a Sebastián Piñera por informe de corrupción.

Esta semana debería quedar zanjada la decisión de interperlar a los ministros de Salud y Trabajo, Álvaro Erazo y Claudia Serrano, respectivamente.
Las bancadas de diputado de la UDI y RN señalan que hay temas importantes que aclarar.
En el caso del ministro de Salud los temas a tratar en la posible interpelación son la muerte de mujeres en el Hospital Félix Bulnes y las irregularidades administrativas en el centrol asistencial de San Antonio. La ministra de Trabajo, por su parte, deberá transparentar lo ocurrido con la anulación de la licitación ganada por el BancoEstado para el pago de pensiones y la posterior contratción del BBVA.
Si bien en RN señalan que la UDI ha dado señales de de que respaldará las interpelaciones, el integrante de la comisión de Salud, Juan Lobos (UDI), dice que tiene dudas de que si este mecanismo es el más adecuado: "Quizás la comisión especializada ayude a tener respuestas concretas", señala.
Esto sucede transcurrido un poco más de un mes de la polémica interpelación al ministro Péres Yoma y en medio del recrudecimiento de la campaña presidencial, tras las fuertes polémicas entre Frei y Piñera en el debate televisado por TVN, en donde en candidato de la Concertación le enrostró Piñera un informe sobre corrupción.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cuando sólo queda esperar


La muerte en la tercera edad deja de ser una presencia ausente y comienza a ser una presencia próxima. Se hace latente y hasta tangible cuando la familia se desintegra por esta causa.
Es justamente lo que a Elsa Fielder le está ocurriendo.

Su mirada está fija en el infinito, como queriendo retener algo en su memoria que ya no le pertenece. Su voz está entrecortada, algo extraño en esta mujer de origen alemán. Al responder a la pregunta “¿Cómo está?”, sólo levanta sus cejas, inspira profundamente y esboza una mezquina sonrisa.
Acaba de llegar a su departamento. Viene de visitar a su hermano Checho, quien lleva días agonizando en un hospital en Valparaíso. Él tiene 76 años; ella 82. En su mirada se ve la pena que siente por su hermano, y por una familia en la que cada vez quedan menos integrantes. Elsa Ludmila Fielder Alvarado se encuentra nuevamente enfrentada a la muerte. Una muerte que a esta edad tiene otro significado. ok
Cada mañana, Elsa parte su jornada a las seis para iniciar su trabajo de ocho horas como nutricionista en una empresa de servicios alimenticios: “Llevo más de cuarenta años trabajando ahí. Los conozco a todos: al dueño que no tenía ni uno cuando comenzó (con la empresa)… Ahora el viejo es un ricachón”. Levanta las manos como buscando una explicación, y la encuentra cuando mira su regazo. Elsa está segura de que parte de esa riqueza le pertenece.
‘Ludy’, como le gusta que le digan, maneja un Daewoo verde automático. Pero para ir a su trabajo prefiere tomar el metro, aunque eso implique salir a las siete y veinte de la mañana y regresar pasada las ocho de la noche. “No sabría qué hacer si dejo de trabajar. No quiero ni pensarlo”, afirma moviendo la cabeza de un lado a otro.
Está sentada en el sofá de su departamento en la comuna de La Florida, donde las murallas y alfombras son de colores café. El comedor es demasiado pequeño en comparación con el espacio que, claramente, le está asignado. Todo está muy ordenado y prolijamente limpio. Su canario amarillo, llamado ‘Américo’, es el único que con su largo cantar quebranta el silencio que impera. En la mesa lateral hay un gran florero y una foto de ella con su fallecido esposo, sosteniendo a un niño que podría ser su bisnieto. La pareja no tuvo descendientes. “No sé por qué no tuvimos hijos. Cuando nos dimos cuenta ya era tarde”, dice bajando la mirada. Queda claro que el tema llega hasta ahí. Buenas imágenes…
Se entusiasma en mostrar el resto de su departamento. Rápidamente se levanta y va a su pieza. Abre el ropero, que más bien parece la bodega de una multitienda. “Y los otros dos están iguales”, señala con orgullo. Al lado de su cama de dos plazas hay un alto de revistas que sobrepasan las rodillas. Todas son revistas femeninas, y ninguna de ellas parece tener más de cinco meses. Están todas: ‘Cosas’, ‘Caras’, ‘Vanidades’, ‘Para tí’, ‘Ya’. Sorprendentemente, en medio de las ‘Paula’ y ‘Mujer’, es posible encontrar ejemplares de la revista ‘Cosmopolitan’.
Va a la peluquería todas las semanas para mantener el color rubio de su pelo. Practica natación, ya que es el único deporte que puede realizar por la prótesis en su cadera. Y cuando tiene que dar su RUT en voz alta, siempre comienza con los dos primeros dígitos: “veintiuno, ochenta y tres…”.
Prepara una once contundente para dos personas. Su mirada se fija en el infinito y con voz entrecortada recuerda a Checho: “Estoy mal, tener que revivir la muerte es algo doloroso. Ya me pasó con mi marido y con mi otro hermano. Cada vez quedamos menos… no, y con Checho no hay vuelta atrás, no le deben quedar más de dos días, nos dijeron los médicos”.
Lo que más le duele a Ludy de la eventual muerte de su hermano es el completo abandono por el que está pasando sus últimos días. La esposa de Checho lo internó en un hogar, ya que ni ella ni su hija podían con su cuidado. “Nadie en mi familia ha muerto en esas condiciones y ellas apenas lo van a ver”, señala Elsa, con un tono que mezcla la desesperanza con la rabia. Pero detrás de esas réplicas contra la familia de su hermano, también se esconde su propio temor.
En un estudio de la sicóloga de la Universidad de Chile Liliana Vilches es posible extraer: “Sin duda, el envejecer es un acercarse a la muerte, al tiempo de morir; para el adulto mayor la muerte es una normativa, representa “lo esperado”. Más que una presencia ausente, ahora la muerte es una presencia próxima”. Es buena esta idea, le da peso a la historia, pero queda descontextualizada de esta forma, como anexa.
Y es así justamente como Ludy se siente. Su teléfono suena y, por su cara al contestar, son noticias de su hermano. Cuelga. Suspira y señala: “Sólo me queda esperar”. ¿Por su hermano? “No, por mí. Ahora falto yo no más”.

Mi primera vez


Éste es mi primer post